Por Rosario Rivarola
Sentada al borde del
cenote, la luz se derramaba intensa, clara…
Era feliz flotando
en el dulzor de esa laguna de torta de cumpleaños.
Seguía ahí,
dejada… y pensé ¿quién era yo en esa laguna rosa? Yo era mi
hija, o yo era su madre, porque desde lejos escuchaba mi nombre,”no
te alejes Mar Clara Sala Sola Sana Blanca Tana Ana Clara Clarita
Solita…” en el cenote de Yucatán azul-turquesa, teñido de rosa
ácido, frambuesa, de esa tarde mágica de Méjico-América. Era yo
Clara, mi madre y mi hija.