Por Héctor Corti
Fue casi
imperceptible. Apenas un zumbido que desafió a la lógica del
tiempo, esa que se puede medir en una fracción de segundo o en una
vida. Aunque a veces termina siendo lo mismo.
Fue casi
imperceptible. Apenas un zumbido acre y picante, invasor. Un olor
poco conocido que se entremezcló con el aroma dulce de la vegetación
y el ácido de los frutos fermentados caídos de los árboles.
Fue casi
imperceptible. Apenas un zumbido que atravesó el ambiente húmedo y
pesado de la selva frondosa que dificultaba el traspaso de los rayos
del sol.
Fue casi
imperceptible. Apenas un zumbido que no fue casual, ni natural, ni
formaba parte de ese ambiente.
Fue casi
imperceptible. Apenas un zumbido de la bala asesina que estalló en
el pecho de la mona carayá.
Fue casi
imperceptible. Apenas un zumbido que fue silenciado por un último
aullido, agudo, profundo y desgarrador, de la hembra desesperada por
recuperar la vida que se le escurría.
Fue casi
imperceptible. Apenas un zumbido provocado por un cazador furtivo con
el objetivo de llevarse a la cría para venderla como mascota.
Fue casi
imperceptible. Apenas un zumbido más en el mundo.