Por Carolina De Leo
Cuando tenía 7 años de edad, mi
maestra me dice que me meta abajo del banco. Es un simulacro. A los
12 años, estoy de viaje de egresados en una travesía en las sierras
de Tandil de noche. Hay linternas y risas. Hay un viento que peina
los yuyos en la oscuridad, una voz me dice que así se imagina
Malvinas. Estamos sentadas en una piedra y esa voz humedece la tierra
patria, se estremece la piel aunque el frío, el viento y la humedad
ni se asoma a la vivencia de los pozos de zorro, sí es de a dos.
Desde esa voz, por esa voz también hablo, y porque a mí también,
como a tantos, Julio me enseñó a leer y a escribir.