Por María Yacobe
Esperanza es
infancia de una vez al año, verano y vacaciones. Diciembre llegando
por fin. La casa de la abuela y un jardín con calas y manzanitas
verdes.
Café con leche en la cocina y un pan recién horneado.
Ramillete salvaje de primos. Una muñeca de trapo perdida en la
mudanza. "No llores nena, no llores". La Navidad a los seis
años y el Niño Dios que no existe. Pastelitos de membrillo y “en
boca cerrada no entran moscas”. El cielo blanco de estrellas y un
silencio cómplice. "Callate nena, callate que de eso no se
habla". Mis hermanas y yo espantando fantasmas a pura risa en la hora de la
siesta.