Por Carolina De Leo
Buenos días, parece que el plural se usa para poner énfasis, no me convence porque el día es uno y vaya a saber en qué termina.
Mejor buen día. Arranco con mate, noticias y un pucho. Hay que fumarse las novedades gastadas del noticioso como lo llamaba mi abuela. Cuando la escuchaba pensaba que juntaba noticiero con oso. Este oso es voraz, una bestia. Posteo algo que creo le da batalla a un ejército de trolls ¿serán eso? O son un ejército de osos feroces llenos de odio disfrazados de peluches.
Bueno, a la ducha, me emprolijo, así también decía mi abuela.
Salgo a la calle y camino. Llego temprano, o justo, que para mí es temprano. Me acuesto en el diván, arranco a hablar de una, sí una, en realidad de una mí, de mí. Y venía embalada pero la voz se entrecorta. ¿ Y eso la sorprende? ¿Todavía la sorprende? Dejamos acá.
Ahora a la odontóloga, hay que abrir tan grande hasta que duelan las comisuras de los labios y aún más se vea el istmo de mis fauces. Esta boca está muy bien, dice y repite dos veces. Esa frase también me sorprende. ¡Que barbaridad! pienso, no sabe lo que dice pero es una profesional y no va uno a consultarla para contradecirla.
Sigo camino. Ya en la marcha con los trabajadores de salud. Aplausos y ronda.
Alguien a quien ví una sola vez en mi vida entre los tantos que somos se da vuelta, me saluda y dice que me reconoció por la voz, me da vergüenza pero no me queda otra que hacerme cargo y no puedo hacerme la sorprendida ni contradecirla. Nos damos un abrazo.
Continúo camino. Ya en casa, la tarea, el mediodía, el almuerzo y otra vez odontología. Es el turno de mi hijo, es la primera vez que le encuentran una caries y esta primera vez implica anestesia y torno. Su voz se acalla por el succionador de saliva. Y yo le hablo, y la odontóloga le habla. Relaja el cuerpo. Levanta la mano si te duele ¿Vamos bien? Hacenos ok con el pulgar. Falta poco.
Listo. Ya está. Los dos tragamos saliva y el camino de regreso es de la mano.
Mirá que no sentís nada porque la boca está anestesiada pero no te muerdas porque te lastimas sin darte cuenta hijo. Y esto ¿cuánto dura, ma? Dura un ratito.
En casa de nuevo, resuelvo trámites y me emprolijo otra vez, lo que se puede a esta altura del día y de la vida.
Más camino, ya estoy con mis compañeros y compañeras para homenajear a Cortázar.
Hay que acomodar el lugar, las sillas, el orden de las lecturas, el sonido, las copias de los textos. Acomodarnos un rato para dejar de sentir que estamos igual de solos e incómodos en este mundo.
Morder en el amor no es tan extraño...(*)
Y si es así en el amor, ¿qué queda para el odio? No sé, va un mate, viene una canción. Final del juego que sigue con varias cartas. Y viene Julios, un poema ¿Mío?... Vos tenés linda voz, léelo vos, dice una señora. Y yo me quiero escuchar en otra voz, entonces otra garganta solidaria se alza por la mía. Reacomodo la emoción, solo un poco, lo que no puedo es emprolijarla, irrumpe para mojarme y despeinarme a su antojo.
Vuelvo a casa. ¿Se fue la anestesia? Obvio mamá ¿Te duele? No mamá, no me duele más.
La caries se curó, la boca no tiene cura, por un rato no duele, hasta la próxima vez, la próxima voz, la próxima palabra maldicha y maldita que salga sin anestesia. Ojo con el dolor, relájate y levanta la mano, mostrá una señal, morder en el amor no es tan extraño, que no nos sorprenda.
Buenas noches, no dudo que esta es vez es plural, van muchas noches. Gracias por el día, que ya mañana será otro.
(*) "La hoguera donde arde una" en "La vuelta al día en ochenta mundos", Julio Cortázar