20.10.19

JUAN Y ANA


Por María Yacobe


     En el principio, en el origen, desde la nada, desde esa  nada que motiva un agua, una larva y una piedra conversaron de lo que iba a ser la vida. Así le dijo doña Catalina, de 89 años, a su nieto, cuando el chiquito le preguntó: ¿quién vivió antes que vos, abu?
   Con los ojos grandes, Juan seguía con su mirada las manos de Catalina que se movían coma la historia que contaba que siguió así:

    Juan y Ana. Así se llamaban o al menos así los habían anotado cuando llegaron al puerto desde la Suiza alemana. Juan y Ana, agricultores.
    Veinte años él. Un par menos ella. Los dos de mirada azul profunda. Con nada llegaron. Con nada más que la promesa de un mañana venturoso y la esperanza de dejar atrás un presente de hambruna y peste.
     Un puñado de semillas, una vaca y una parcela de tierra, fue lo que recibieron en este lugar del mundo nuevo. Y un mundo nuevo construyeron y una familia con los diez hijos que les mandó su Dios.
     Él, el de las manos curtidas, el rostro ajado, la espalda cansada, sin ninguna queja. Nunca. Ni aún en los tiempos de “la seca” cuando nada crecía salvo la desazón. 
     Ella, pariendo una vez al año, amasando el pan, cuidando de su prole.
     Y la música. Siempre el acordeón. La música de sus orígenes ensamblada con la del litoral, con la guaraní.
     Y los bailes en los patios de tierra con sus paisanos.
     Porque el amor era en la música y en el baile. En el surco de la tierra y en el pan. Y era el amor en los rostros de los hijos.
     "En el principio, en el origen, desde la nada que motiva un agua, una larva y una piedra conversaron de lo que iba a ser la vida"
     Así me dijo mi abuelo Juan cuando le pregunté: ¿quién vivió antes que vos, abuelo?