12.5.18

APENAS UN ZUMBIDO


Por Héctor Corti

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido que desafió a la lógica del tiempo, esa que se puede medir en una fracción de segundo o en una vida. Aunque a veces termina siendo lo mismo.

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido camuflado. Que se escondió entre las decenas de trinos de los pájaros. Que le dio un nuevo tono al ulular del viento tratando de sacudir los tupidos follajes. Que se metió en el arrullo de las aguas del río corriendo paralelo al casi inexistente sendero.

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido acre y picante, invasor. Un olor poco conocido que se entremezcló con el aroma dulce de la vegetación y el ácido de los frutos fermentados caídos de los árboles.

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido que atravesó el ambiente húmedo y pesado de la selva frondosa que dificultaba el traspaso de los rayos del sol.

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido que no fue casual, ni natural, ni formaba parte de ese ambiente.

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido de la bala asesina que estalló en el pecho de la mona carayá.

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido que fue silenciado por un último aullido, agudo, profundo y desgarrador, de la hembra desesperada por recuperar la vida que se le escurría.

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido provocado por un cazador furtivo con el objetivo de llevarse a la cría para venderla como mascota.

Fue casi imperceptible. Apenas un zumbido más en el mundo.