Por
Héctor Corti
Cómo
no lo voy a ver. Claro que lo ví. Estaban ahí. Lo dos juntito. Como
siempre. Sabe, ellos siempre están así. Casi abrazadito. Porque
juntito, con los cuerpo pegadito tienen meno frío. Usté sabe lo que
es el rancho de lo pobre. Un horno en verano y una heladera en
invierno es. Las chapa gotea y una no sabe a donde correr el colchón.
Donde ponerlo pa’ que no se moje. Pa’ que no se moje el colchón
y el resto de la cosa. Porque no sé si usté sabe que a nosotros no
nos sobra nada. Lo poquito que tenemos lo cuidamo. Bah, lo cuidamo
hasta que podemo. Hasta que se viene otra tormenta y el agua no
inunda de nuevo. Se no mete en la casilla y otra vez perdemo
todo.
Yo
antes lloraba. Lloraba mucho como una boluda. Pero ahora no, ya me
acostumbré. Si a nadie le importa nada si el agua nos llega al
cuello, nos tapa o se nos ahoga alguno de los pibe. Siempre pasa lo
mismo. No inundamo, vienen, nos sacan, nos llevan a algún lugar seco
hasta que baje el agua y volvemo otra vez. Volvemo a empezar. A
empezar sin nada eh. ¿Qué no’ ayudan? ¿Quién no’ ayuda? Si a
nadie le importa nada. Sabe cuando se acuerdan de nosotro y alguno,
ojo. Cuando se viene la eleccione. Ahí si aparece algún candidato y
promete que va a entuba el arroyo. Que no va a dar casas en otro
lugar. Y no se a cuanta cosa más. Toda mentira, toda. Yo vivo acá
desde que nací. Mire si habré pasado inundacione y escuchado
promesa. Son todo igual, son. Si a ninguno le importa nada de
nosotro. Que le puede importar si somo negro villero. Todo lo
gobierno habla de lo pobre. Que van a ayuda a lo pobre. Pero acá,
nunca llega nada. Ni de lo partidos politico, ni de la municipalida.
Bah, de la municipalida a vece recibimo algo. Despué que no
inundamo, no reparte colchone, alguna frazada, un poco de ropa,
alguna chapa. Como pa’ volve a empezar, vio. Pero igual. A nadie le
importa nada. La otra ve, vinieron uno pibe de no se que partido.
Bueno pibe, eh. Pero igual. Hablaban de cambia la cosa y no sé que
otra cosa más. Voluntarioso lo pibe. Que nos iba a ayudar. Que
nosotros teniamo que pone lo nuestro y no se cuanta cosa ma. Bueno
pibe, eh. Pero despue de todo el chamuyo le dije que estaba todo
bien, pero que en un rato ello se iban a su casa, donde el techo no
llueve, y no hace frio y tienen la cama caliente y abren la heladera
y eligen que comer, y nosotro acá no tenemo nada de eso. Y seguimo
igual. Y le dije que eran bueno pibe, pero que nos cansamo de escucha
promesa.
Cómo no lo voy a ver. Claro que lo ví. Si al Raúl y al Carlo los parí yo. Y siempre lo cuidé. Como pude, pero lo cuidé. Estaban ahí. Los dos juntito. Dormidito Como siempre. Casi abrazadito. Con los cuerpos pegadito. Pa’ tener meno frío, vio. Tapados con una manta. Pero igual. El rancho parecía una heladera. Las chapa estaba congelada y encima había llovido y goteaba por todo lado. Ante cuando estaba el Sergio, él se encargaba de arreglar los aujero. Y cuando conseguiamo, hasta cambiaba alguna chapa. Pero no está más. El no nació acá. Hizo lo que pudo. Cuando le pintaba, hacia changas. De lo que viniera. Una vez, en un clu de acá cerca armaron un curso de herrería y albañilería. Decía que era pa’ capacitá a lo jovenes. Pa’ que tenga un rebusque, vio. Herramienta pa’ una salida laboral le decían ello. Le insistí un poco y fue. Y le empezó a gustar. Estaba contento. Cuando volvía me contaba la cosas que aprendía. Y hasta hacia planes. Decía que con lo muchacho iban a armar una cooperativa pa’ poder trabajar. Y lo que le daban la clase le explicaban de esas cosa también. La cosa fue que cuando se quisieron largar, le fue pa’ la mierda. Y sabe por qué. Porque la gente no quiere a lo villero. Lo de los barrio de acá cerca, cuando se enteraban que lo de la cooperativa era de la villa, no le daban el trabajo porque tenían miedo de hacerlo entrar a la casas y que los afanen. Y si buscaba por su cuenta, cuando le pedían lo dato, lo mismo. Se tenía que conseguir otra dirección porque no podía decir que vivía en la villa. Y él solo tenía la de una tía por Florencio Varela. Y era lo mismo que nada. Entonce, se desanimó. El entusiasmo se le fue a la mierda. Y empezó a tomar y a darse con la basura del paco. Y despué se juntó con alguno de la cooperativa, pero para salir a chorear. Y bueno, al final los agarró la yuta y lo mataron a tiro. Dicen que se tirotearon. Pero es mentira. A él le metieron un arma. El Sergio no era malo. Lo que pasa que no nació acá. Y no pudo aguantar. Y me quedé sola.
Cómo no lo voy a ver. Claro que lo ví al Raúl y al Carlo. Estaban ahí. Los dos juntitos. Dormidito. Como siempre. Casi abrazaditos. Con los cuerpos pegaditos. Esa noche hacía mucho frío. Había llovido y goteba por todo lado. Sabe lo que es estar así adentro del rancho. Que va a saber, usté. Si seguro que vive en una casa decente como toda las personas tendriamo que tener. Yo tenía una estufa elétrica. Que no calentaba mucho. Pero tenía miedo. Los cable no estaban muy bien. Antes, el Sergio lo arreglaba. Pero el Sergio no está más. Al Sergio me lo mató la yuta. Ah, sí, eh verdá. Ya se lo conté. Bueno, lo que pasa es que aunque siempre fuimo pobre, estos ultimo meses nos volvió a ir muy mal. Desde hacia varios años que teniamo rebusques. Changas no faltaban y cuando no aperecia nada, el Sergio alquilaba un carro y se iba a cartonear. Y con lo que se juntaba, nos servía para paga el peaje, comer y hasta comprar alguna cosita. En fin, la verdá, es que siempre había algún rebusque. Hasta nos habiamo acostumbrado a comer todo los día. Al meno uno fideo o un poco de arroz no faltaba. De vez en cuando un poco de carne y eso sí, la leche para lo chico estaba todo lo día. Pero ahora, desde que están esto, de nuevo volvió el hambre. Es como cuando se inunda todo. Hay que volver a empezar con poco o nada. Esto mese al mediodía comemo en un comedor comunitario que abrieron por acá cerca. A la tarde, al Raúl y al Carlo también le dan la leche. Y eso ayuda un poco. Porque casi siempre no tengo nada para darle a la noche. A veces, al menos un pedazo de pan y un mate cocido. Pero a vece, ni eso. Usté sabe lo que es tene hambre. Que va a saber usté. Que le haga ruido la panza. Que le empiece a doler. Yo estoy acostumbrada, si nací acá. Pero los chicos no. El Raúl es más grandecito y ya se la aguanta. Pero el Carlo no entiende. Y empieza a llorar. Y no sé que hace. Usté me entiende. Que me va entendé, si no sabe de lo que hablo. Por eso cuando esa noche la Rosa me avisó que había salido una changa, hasta pensé que la virgencita, que me tenía bastante olvidada, al fin se acordó de mí. La Rosa me dijo que era para limpia unas oficina, pero que había que entrá a las diez de la noche y trabajá hasta la seis de la mañana. Y le dije que sí, sin pensarlo mucho. Despué me di cuenta que no tenía con quien deja a los chico. Pero como era de noche, los hice dormir, y ante de irme los encerré para que si se despertaban no salieran afuera, o para que nadie se metiera en el rancho.
Cómo no lo voy a ver. Claro que lo ví. Si al Raúl y al Carlo los parí yo. Y siempre lo cuidé. Como pude, pero lo cuidé. Estaban ahí. Los dos juntito. Dormidito Como siempre. Casi abrazadito. Con los cuerpos pegadito. Pa’ tener meno frío, vio. Tapados con una manta. Pero igual. El rancho parecía una heladera. Las chapa estaba congelada y encima había llovido y goteaba por todo lado. Ante cuando estaba el Sergio, él se encargaba de arreglar los aujero. Y cuando conseguiamo, hasta cambiaba alguna chapa. Pero no está más. El no nació acá. Hizo lo que pudo. Cuando le pintaba, hacia changas. De lo que viniera. Una vez, en un clu de acá cerca armaron un curso de herrería y albañilería. Decía que era pa’ capacitá a lo jovenes. Pa’ que tenga un rebusque, vio. Herramienta pa’ una salida laboral le decían ello. Le insistí un poco y fue. Y le empezó a gustar. Estaba contento. Cuando volvía me contaba la cosas que aprendía. Y hasta hacia planes. Decía que con lo muchacho iban a armar una cooperativa pa’ poder trabajar. Y lo que le daban la clase le explicaban de esas cosa también. La cosa fue que cuando se quisieron largar, le fue pa’ la mierda. Y sabe por qué. Porque la gente no quiere a lo villero. Lo de los barrio de acá cerca, cuando se enteraban que lo de la cooperativa era de la villa, no le daban el trabajo porque tenían miedo de hacerlo entrar a la casas y que los afanen. Y si buscaba por su cuenta, cuando le pedían lo dato, lo mismo. Se tenía que conseguir otra dirección porque no podía decir que vivía en la villa. Y él solo tenía la de una tía por Florencio Varela. Y era lo mismo que nada. Entonce, se desanimó. El entusiasmo se le fue a la mierda. Y empezó a tomar y a darse con la basura del paco. Y despué se juntó con alguno de la cooperativa, pero para salir a chorear. Y bueno, al final los agarró la yuta y lo mataron a tiro. Dicen que se tirotearon. Pero es mentira. A él le metieron un arma. El Sergio no era malo. Lo que pasa que no nació acá. Y no pudo aguantar. Y me quedé sola.
Cómo no lo voy a ver. Claro que lo ví al Raúl y al Carlo. Estaban ahí. Los dos juntitos. Dormidito. Como siempre. Casi abrazaditos. Con los cuerpos pegaditos. Esa noche hacía mucho frío. Había llovido y goteba por todo lado. Sabe lo que es estar así adentro del rancho. Que va a saber, usté. Si seguro que vive en una casa decente como toda las personas tendriamo que tener. Yo tenía una estufa elétrica. Que no calentaba mucho. Pero tenía miedo. Los cable no estaban muy bien. Antes, el Sergio lo arreglaba. Pero el Sergio no está más. Al Sergio me lo mató la yuta. Ah, sí, eh verdá. Ya se lo conté. Bueno, lo que pasa es que aunque siempre fuimo pobre, estos ultimo meses nos volvió a ir muy mal. Desde hacia varios años que teniamo rebusques. Changas no faltaban y cuando no aperecia nada, el Sergio alquilaba un carro y se iba a cartonear. Y con lo que se juntaba, nos servía para paga el peaje, comer y hasta comprar alguna cosita. En fin, la verdá, es que siempre había algún rebusque. Hasta nos habiamo acostumbrado a comer todo los día. Al meno uno fideo o un poco de arroz no faltaba. De vez en cuando un poco de carne y eso sí, la leche para lo chico estaba todo lo día. Pero ahora, desde que están esto, de nuevo volvió el hambre. Es como cuando se inunda todo. Hay que volver a empezar con poco o nada. Esto mese al mediodía comemo en un comedor comunitario que abrieron por acá cerca. A la tarde, al Raúl y al Carlo también le dan la leche. Y eso ayuda un poco. Porque casi siempre no tengo nada para darle a la noche. A veces, al menos un pedazo de pan y un mate cocido. Pero a vece, ni eso. Usté sabe lo que es tene hambre. Que va a saber usté. Que le haga ruido la panza. Que le empiece a doler. Yo estoy acostumbrada, si nací acá. Pero los chicos no. El Raúl es más grandecito y ya se la aguanta. Pero el Carlo no entiende. Y empieza a llorar. Y no sé que hace. Usté me entiende. Que me va entendé, si no sabe de lo que hablo. Por eso cuando esa noche la Rosa me avisó que había salido una changa, hasta pensé que la virgencita, que me tenía bastante olvidada, al fin se acordó de mí. La Rosa me dijo que era para limpia unas oficina, pero que había que entrá a las diez de la noche y trabajá hasta la seis de la mañana. Y le dije que sí, sin pensarlo mucho. Despué me di cuenta que no tenía con quien deja a los chico. Pero como era de noche, los hice dormir, y ante de irme los encerré para que si se despertaban no salieran afuera, o para que nadie se metiera en el rancho.
Cómo
no lo voy a ver. Claro que lo ví al Raúl y al Carlo. Estaban ahí.
Los dos juntitos. Dormidito. Como siempre. Casi abrazaditos. Con los
cuerpos pegaditos. Para calentarse. Tapaditos con una manta. Si ya le
dije que esa noche hacía mucho frío. Y que había llovido y goteba
por todo lado. Y como los cable de la luz estaba medio pelado, me dio
miedo dejarle la estufa enchufada. A ver si habia un corto circuito y
se incendiaba el rancho con ello adentro. Pero, pobrecitos, usté no
sabe lo que temblaban por el frío. Entonce prendí el bracerito,
para que calentara un poco. Y puso un palo para trabar la ventana y
que tengan un poco de ventilación, por el monocido de carbono, vio.
Y me fui a trabajar contenta. Y cómo, si cuando salí con un poco de
lo que cobré hasta pasé por una panadería y le compré unas
faturas para que comieran con la leche. Qué me iba a imagina, que el
viento a la noche, tiró el palito y se cerró la ventana.
Cómo
no lo voy a a ver. Claro que lo vi al Raúl y al Carlo. Cuando llegué
estaban ahí. Los dos juntitos. Dormidito. Como siempre. Casi
abrazaditos. Con los cuerpos pegaditos. Para darse calor. Y usté me
acusa de que yo los maté. Pero si yo fui a trabajar. Qué quiere que
hiciera. Que los deje morir de frío. Que iba a pensar que el viento
iba a tirar el palito y que la ventana se iba a cerrar. Y sí, usté
me acusa que yo los maté. Pero para vivir así, sin futuro. En una
de esa, hasta fue mejor así.