Por María Yacobe
Hago un ensayo pavo.
Tonto. Me acuesto de espaldas, extiendo mi cuerpo, me quedo inmóvil
con los ojos cerrados. Intento ¿meditar? Imposible. No logro
concentración.
Entonces ensayo para
cuando llegue el día del turno. Programo la alarma del celular,
primero por veinte minutos. Si lo logro le agrego diez más. Hago
respiraciones normales, luego las que me indicarían: respire y
mantenga el aire…Empiezo relajando los pies, las piernas,
respirando suave, luego voy subiendo, relajo la columna, los brazos,
alejo todo pensamiento extraño, no pienso en otra cosa, no pienso
que no puedo moverme, no pienso, no pienso…
Viajo al mar, camino
por la arena tibia, mejor me saco las ojotas antes…llego a la
orilla, el agua está fría, se hunden mis pies en la arena húmeda,
me hundo en la arena húmeda, suave, muy suave…floto en el mar;
aunque no sé nadar esta vez estoy flotando, mi cuerpo es leve, muy
leve.
Por un rato largo me
quedo ahí flotando en el mar…oyendo una música agradable. Esta
vez lo logré. Voy por diez minutos más.