30.4.18

CENOTE DE YUCATÁN


Por Rosario Rivarola

Sentada al borde del cenote, la luz se derramaba intensa, clara…

Escuchaba cercanos el cantar de los pájaros y el rugido de las cascadas a lo lejos, mientras nadaba suelta. El agua comenzó a teñirse de un frutilla ácido, dulce, embriagador.

Era feliz flotando en el dulzor de esa laguna de torta de cumpleaños.

Seguía ahí, dejada… y pensé ¿quién era yo en esa laguna rosa? Yo era mi hija, o yo era su madre, porque desde lejos escuchaba mi nombre,”no te alejes Mar Clara Sala Sola Sana Blanca Tana Ana Clara Clarita Solita…” en el cenote de Yucatán azul-turquesa, teñido de rosa ácido, frambuesa, de esa tarde mágica de Méjico-América. Era yo Clara, mi madre y mi hija.