Por Carolina De Leo
Creo que aún no
estaba dormida, no del todo. ¿Se está alguna vez del todo dormido?
Mientras el sueño
se demoraba me decía a mí misma que tenía que leer a Pessoa. Ya
había leído a otros que escribían sobre él y sus otros, los
heterónimos. Repetía en el lento silencio de la noche los bellos
nombres de esos otros, sonaban casi como una melodía: Alberto
Caeiro, Ricardo Reis, Antonio Mora, y… cuál más… Fue entonces
que ocurrió, un estallido irrumpió en la oscuridad, me quebré como
se quebró el espejo. Me partí yo también, quedé en pedazos en el
mismo instante del sobresalto.
Se fue el silencio,
y siguió lenta la oscuridad… resquebrajada era la misma, soy la
misma.
Sin espejo entre
estas paredes no estoy sola, habitan otros, ya habitaban, sólo me
vine a enterar. Se trata de unos cuantos otros, no tienen nombre, se
los borra la luna…
Prendí la luz,
junté los vidrios, con sumo cuidado y sigilosamente, no vaya a ser
cosa que me corte yo que estoy tan entera. Mucho papel de diario, va
a la basura.
Cuando intenté
dormir nuevamente, volví a pensar que algún día voy a leer a
Pessoa.