Por
Raúl Barros
Parece
un sueño. El sol, en medio de las brumas se va elevando hasta
iluminar, ¿un nuevo día?, ¿una aurora? ¿Será real? Es extraña,
rara. ¿Por qué una aurora? ¿Por qué el desierto terrorífico con
rocas muy altas que dibujan abismos? Desolación, estremecimiento,
angustia.
¿Qué
son esos animalitos extraños, peludos, que saltan, que danzan, con
furia, con gritos, como asesinos, porque matan a otros como ellos,
que quieren participar también del festín? ¿Será verdad todo ese
sueño? ¿Habrá pasado? Esas criaturas matan. ¿Por qué? ¿Defensa
propia? ¿Mandato irresistible de sus naturalezas?
También
aparecen otros animalitos parecidos, no tan peludos, más
sofisticados, más delicados que seguramente también danzan y matan,
obedeciendo a un mandato ancestral misterioso. Vuelan en aparatos
extraños, bordeando la esfera cósmica que habita el espacio
infinito. ¿Quizás a la deriva?, ¿Son otros tiempos? ¿Pero qué es
el tiempo? ¿Todo esto en verdad es un sueño? No. Es el devenir
eterno. Pero la eternidad, ¿no será también un sueño?