17.11.18

REUNIÓN

Por Julia Azul

Era la noche oscura del silencio y el miedo
cuando nadie contesta las preguntas que hacemos.
Aún dormida era el alba de trabajo, de sueños
donde no está seguro nuestro próximo paso, 
el beso cotidiano, la caricia, el encuentro.

Pero vinieron todos a encontrarse con ellos
los más desarrapados, los sucios, los hambrientos; 
los que no tienen casa ni nunca la tuvieron; 
los que sólo trabajan en changas, por dos pesos
los que crían los hijos
y hasta cuidan los perros.
Los que lloran en vino su futuro sin sueños.

De la tierra salieron las manos de los viejos,
pobladores antiguos,
pura raíz de un pueblo por siempre amenazado
y siempre reviviendo.

De las plantas brotaron, del agua, de los vientos
de las nubes viajeras que recorren el cielo.
El sol les dio sus rayos 
acompañando el gesto de las manos unidas
cuidando, protegiendo.

Y tendieron las manos. Se tocaron los dedos
las yemas se rozaban apenas, sin quererlo.
Y formaron un manto de manos enlazadas,
para cubrir las llagas, las heridas del tiempo
de la desesperanza, de la falta de afecto.

E hicieron una alfombra con las manos tendidas
para sentarse juntos a matear en silencio, 
a contarse la historia, a rumiar sus recuerdos.
¡Que no se vaya nadie! murmuró un panadero. 
¡Salgan a buscar a otros! proponía un maestro.

Con las manos muy juntas ninguno era extranjero.
Todos eran iguales, no había malos ni buenos, 
ni hipócritas gritando desde falsas tribunas
sus más falsas promesas que jamás se cumplieron.
No había más que ese fuego que corría por dentro
La paz y el sentimiento de saber que así, juntos
No podrían vencerlos.