19.9.19

LA REINA IMPÁVIDA


Por Belen Nigro

     Había una vez… había una a vez truz. Los cuentos de hadas ya se desvanecen con la primera luz del alba que entra por las hendijas de la persiana rota. Se percibe la boca pastosa, la odiosa fotofobia y la percepción cada vez más paulatina de mi incipiente desnudez apenas cubierta con una camisa cuadrille mal abotonada.
     Mi cuerpo pesado apenas se mueve pero logra ver, jamás reconocer, un antebrazo ajeno con cicatrices del pasado y con jeringas del presente. No puedo desconocer la relativa sonoridad del ambiente, y ya vertical expongo mi humanidad a un espejo sórdido e involuntario. No necesita revelarme un nuevo misterio de este enigmático amanecer, ya no.
     El agua en mi rostro acelera la lucidez y permite que la abrasión en las palmas de mis manos cuente el bello retrato de mi rígido amado. Allí estas, detrás de mi, recostado cual lienzo inmaculado. Como rey de mármol con su corona de cuero al cuello, infla apenas el pecho, mientras su reina impávida busca su pincel afilado para conseguir su perfecta pincelada.