Solo al filo de la muerte, en otro carnaval, el hombre había de revelar el enigma propuesto por el viejo titiritero aquella noche de copas y confidencias en la única taberna del lugar.
La mejoría antes de la muerte...Carlos mira sus dibujos y recuerda todo. Hoy recuerda todo, es carnaval y presiente el final. Aquella noche se había enterado lo que todo ser humano quiere saber: cómo será su fin, sus últimos días.
Otro carnaval, hace años, la fuerte tormenta lo detuvo en el viejo bar. No era el único, estaba lleno de gente esperando que se calme un poco para poder seguir su camino. La falta de lugar lo llevó a compartir la mesa con Raúl, un viejo hosco que el alcohol fue ablandando. Así se enteró que era carpintero.
-Mi padre también lo era-, le dijo Carlos enseguida. La pasión de Raúl eran los títeres. Él los construía y escribía las obras.
-Pero ahora cada vez me cuesta más- le dijo Raúl mostrándole las manos. Pensó en alguna enfermedad que le impedían usarlas.
Raúl enseguida lo desmintió: - No son las manos, me voy perdiendo. Estoy empezando a no saber quién soy.
Se hizo un espeso silencio. Carlos miró para afuera y estaba dejando de llover. Pero algo le decía que debía quedarse, que esa conversación con Raúl tenía que ver con él.
-¿Así que tu padre era carpintero? preguntó el hombre.
-Es lo único que sé de él- dijo incómodo.
Pero notó que, a pesar de la incomodidad, pudo decir algo que nunca había dicho: que no sabía quién era su padre. No tenía más que ese dato inútil. Todos sus viajes fueron la búsqueda del padre. Pero siempre se chocaba con la misma pared y se daba cuenta que era un imposible.
-Nada es imposible- le dijo Raúl, que parecía estar leyéndole el pensamiento. Y sacó unos cuadernos de su bolso.
-Aquí está mi historia con lujo de detalles. Léela tranquilo, vas a comprender.
Estaba amaneciendo y la lluvia había parado. La taberna seguía abierta para refugio de los viajantes.
-Te recomiendo que busques alguna manera de documentar tu vida. Te va a hacer falta, tenés que prepararte. La memoria tiene sus enigmas y cuando se disgrega también se deshace la persona.
El titiritero movió los hilos, quizás los últimos.