10.8.17

ALMA Y ELME

Por Nora Vacas

Alma tiene los ojos cansados. La rabia se asoma aplastada, derrotada. El afecto se mueve desde sus entrañas a sus piernas y manos de manera confusa y compulsiva.
Elme está sentado en un sillón mirando hacia la ventana.
Un extraño amor sostiene la proximidad de ambos. La de ellos es una relación de náufragos, de sobrevivientes en un mundo infectado por el desamparo. Tienen en común ideas que los unen y otras que los separan. Todas son permanentes y la mística radica en conservarlas.
Alma prepara café. Las tazas tienen los bordes dorados y la bandeja, una carpeta blanca con puntillas.
-Elme...- Dice ella mientras le acerca el café.
Él la mira y no le contesta.
-En la radio anunciaron la llegada de una tormenta fuerte, tal vez se trate de un tifón o algo así.
-Un tsunami- acota Elme.
-¿Por qué no?
-Bien, ¿y entonces?
-Debemos irnos...

-...........
-Escuchaste, te estoy hablando.
-No está en mis planes irme de aquí.
-Es una posibilidad.
-No para nosotros.
-¿Por qué no?
-Aquí estamos bien.
-Podríamos estar bien en otro lugar.
-No existe otro lugar.
-Si sólo lo inventáramos...
-No se puede inventar lo que no existe.
-¿Cómo?
-Así es Alma, aquí nos hemos puesto a estar y no existe otro lugar.
-Sólo porque vos no querés.
-No se trata de que yo no quiera, el problema es que no se puede.
-Vos no querés que se pueda.
-¿Y vos podés?
-Si vos quisieras...
-Si yo quisiera qué.
-Yo podría...
-¡Alma, dejate de pavadas!
-No son pavadas, estamos juntos.
-¿Y eso qué? ¿Qué tiene que ver con irnos de acá?
-¡No me esuchás, no me escuchás!
-¡Como no te voy a escuchar si sos la única persona que escucho aquí en el medio de la nada!
-Este lugar no es la nada.
-Te pusiste filosófica.
-No lo digas de esa manera.
-¿De qué manera querés que lo diga?
-De otra...
-No tengo otra manera de decir las cosas.
-Buscala...
-Ahora la que no escucha sos vos.
-Estás reconociendo que hace un rato eras vos el que no me escuchaba.
-¡Siempre lo mismo! Yo tengo la culpa de todo, de no escucharte, de que no podamos ir a otro lugar y hasta de que por la radio hayan anunciado la llegada de una tormenta. Es inútil, nosotros no podemos hablar; así que callate y dejame tomar café.

Un silencio a gritos seguido de un ruido sordo invadió el lugar.


Después de la tormenta encontraron sus cuerpos debajo del barranco.
A Elme los lentes le pendían de una oreja, y Alma yacía con los brazos abiertos...