6.7.18

CORREMOS RIESGOS


Por Raúl Barros

Gracias a los servicios de una hermosa mujer que me duplica la edad, me nombraron fotógrafo de la revista Hula Hula. Me informaron que tendría un salario superior al que tengo ahora.
Según mi amigo Jorge que es reportero, es un trabajo que despierta envidias porque vamos a estar rodeados de mujeres hermosas en pleno ascenso profesional y de rebote recibiríamos caricias y mimos a más no poder. Así que acepté el cargo y me incorporé a mi nuevo trabajo, justo cuando cumplí 25 años.

Ahora que estoy aquí me doy cuenta de que todo lo que creía no era ni fácil ni agradable. No basta con hacer clic en cualquier momento. Hay que estar dispuesto a entrar en acción justo cuando las circunstancias lo requieran. No es lo mismo sacar una foto a una modelo o a una actriz que exige solvencia para resaltar su belleza que fotografiar con precisión y en diferentes posiciones con el cuerpo desnudo, con la cabeza destrozada por los golpes y la sangre derramada de una joven mujer que yace inmóvil en el piso.

Además corremos riesgos muy grandes cuando estamos inmersos en actos violentos como en aquella tarde que fuimos a cubrir una casa incendiada en Villa Luro por delincuentes que escapaban por las terrazas disparando sus armas al voleo. Una de las balas rozó mi oreja izquierda. Indignado, me sumé yo también a la persecución. Todavía recuerdo de qué manera fueron abatidos los delincuentes. En otro robo una bala también rozó mi oreja, esta vez la derecha. Muchos dicen, bueno, te tocó una mala, pero cuando fotografiaron a las vedetes la pasaron de maravilla, y no es así. A veces trabajamos de madrugada, sin dormir, porque la “estrella” se muestra con una nueva pareja y tenemos que ser los primeros en dar la noticia y hacer varias veces clic en medio de los insultos, la arrogancia y el desprecio de la actriz que dice, éste fotógrafo no me gusta, Marcelito saca unas fotos divinas. O que te dicen no me relojees tanto que a mí me gusta mi jefe, chitrulo.

¡Qué depresión! Por suerte apareció mi vieja y me di cuenta de que ella tenía razón cuando me decía: tenés un buen trabajo, para qué seguís en se ambiente malsano que no te deja descansar, estás ojeroso, demacrado seguramente porque te persiguen algunas locas. Yo te quiero presentar a la Rosita, que es una gordita linda, con unos cachetes coloraditos que son divinos. Con ella te podés arreglar lo más bien.

Necesito paz y sosiego y por eso volveré, si es que me aceptan de nuevo, al circo. Allí me desempeñaba como bailarín y equilibrista, pero lo que más placer me daba era luchar con Nahuel, el oso del circo con quien tenía una relación de amistad y cariño. Mi tarea era ponerlo de espaldas en el suelo y ganar la pelea cosa que él aceptaba. Pero a veces Nahuel se enojaba y me tiraba zarpazos en la espalda que me provocaban muchos rasguños. Con qué placer volvería al café de la esquina con los muchachos de la barra para decirles que esos rasguños que ven me los provocaban las mujeres que, enloquecidas por mis besos y caricias, perdían totalmente el control y me rasguñaban como fieras enloquecidas. Y ver esos semblantes incrédulos, risueños, curiosos que asentían con entusiasmo y también con un dejo de envidia. Nahuel, si Dios quiere nos volveremos a encontrar. Te extraño, amigo.