2.7.18

ADN 99,99


Por Carolina De Leo

                                                                                                                                                                Para Vivi


Es lunes 4, a la hora de la siesta. Estoy haciendo la tarea con mi hijo, se trata de calcular la venta de camisetas, botines y pelotas. Hay que sumar y restar. Restar para descubrir el dato que falta, y cuando es capaz de hallar el número misterioso se sorprende como si el arte de la magia matemática lo llevara a un sitio que lo hace poderoso.
Yo estoy a su lado para ser testigo. Él está en tercer grado. Es el mismo que escribió con letra chiquita y espaciada que le daba orgullo escuchar la carta que hace poquito le leyó la seño porque el autor era un miembro de “su” familia. Ilustrando como se hace en la escuela, pega una foto que elige, los soldados en Malvinas con nuestra bandera y con puño propio la describe: "están en la piedra más linda". La perdida perla austral podrá estar perdida pero la sangre no se coloniza. Y sí, tercer grado. En tercer grado Julio dejó escrito en su cuaderno de clases que cuando fuera grande quería enseñar a leer y a escribir. A un tercer grado dejó antes de irse para poco después mandar esa carta a sus alumnos donde dice que cierra los ojos y los ve riendo y jugando. Ante el infierno apaga los ojos, enciende la pluma, imagina a los niños, sueña un cuento, no calcula, se abraza al hermano que tiene al lado.

Seguimos haciendo la tarea, el reloj señala las 14,41 minutos. Exactamente a esa hora entra el chat que espero: Julio está acá amiga. Lo encontramos.

Lloro como una nena. Me imagino que llorás como una nena, casi como cuando éramos chiquitas y compañeras de colegio. Sos una mujer. Estás con tu nena y tu compañero de vida, con tu mamá y tu sobrina, Julia. Está tu hija, proyecto de una gran mujer, alza su voz y la bandera para preguntar si ahora donde está la cruz va a estar el nombre del tío que no sólo fue conocido por Dios.

En ese segundo, que interrumpió las cuentas para descubrir el número de camisetas que falta, mi hijo pregunta:
– ¿Por qué llorás mamá?
– Me escribió la tía Vivi. Estoy emocionada.
– ¿Qué, la tía está embarazada?

Se me escapan las sonrisas que vienen con esas lágrimas de la mano, hermanadas. Devela sin saber, que lo que leí trae una nueva vida. Un maestro sabe que no sabe. Mi hijo es un maestro para mí.

Numeritos, sumar y restar. No sé ponerle palabras a la sensación, a la impotencia que me provoca darle pelea a los numeritos, me invade una extrañeza de mí, del otro, del más cercano que se aleja si pasa a ser cifra, me resulta indescifrable el resultado. Me pierdo con los números, tanteo y repito como un loro, peor que un loro porque me esfuerzo.

10 de junio, no escribo por vos, te escribo a vos. Sabés de lo indescifrable mío, sabés que es así y hasta te reís mucho, sabés que soy una tanita bruta y que las cuentas me cuestan tanto o más que repetir una palabra en inglés, o en francés, que a gatas me entiendo con el castellano. Por el castellano nos desvivimos juntas un sin fin de veces, vamos al diccionario a buscar sinsonte, temeraria, mercenario, espabilar. Me mandás a buscar la palabra injundia, ya la busqué y no la encuentro. Te discuto y encuentro la enjundia que buscás en mí. No soportamos la injuria. Discutimos, decís que injundia es un término que se usa en el campo, sos jodida. Por eso no está en el diccionario hispano, ¿ves que ahora el Word la subraya en rojo? Me mandás a leer libritos cada vez que me querés mandar a otro lado, y otras veces nos mandamos mutuamente a otro lado. De paso, cuando es necesario me pedís que la corte con la poesía. Me llamás a que diga, que opine, una vez a que escriba por vos, no tengo la menor idea de si voy a ser capaz, lo que no puedo es esconderme si me convocás. Julio no se escondió, acudió donde lo convovò. Escribo, ¿prosa o poesía? En el medio no, mejor prosa. ¿Y la novela? Novelas compartimos cada verano, la que leiste primero, la que leí después que vos,alternamos, tanteamos por dónde vamos, qué parte se tornó más tremendamente dramática o graciosa, robamos una frase, admiramos a un personaje, hacemos literatura de mar con las olas de nuestra crítica más salada.

Hay que vérselas con los valores, no me lo contó nadie, una cepita o un pinchazo, pelear con los numeritos y por una bomba para que gane la vida. Cal, cemento, nada de azúcar en la panza. Una sonrisa para la foto, otra foto. Una gota de sangre que va al frente hace 14 años y mucho antes. La misma gota de sangre que resulta en ADN, 99,99 positivo. Sangre derramada, y otra bomba, es otra bomba que cambia los numeritos del azúcar en sangre. No queremos ni sangre ni historia coagulada.

Vivir para contarla, llorarla, cantarla, que no la escriban los que ganan, que perdiendo ganamos, alzar la voz, tomar la palabra.

ADN, de AMOR y basta. ADN que roza la verdad. AND otra vez, de Amor, de Dignidad, de Nuestro. El 4 y el 1 que insisten, y falta. Falta uno, faltan más, nos falta más, por nuestras hijas, nuestros hijos, por la paz, para cambiar el mundo, para ser y hacer mejor. Nosotras no plantamos bandera aunque no podemos negar que aunque lo disimulemos bien la nieve ya nos persigue el pelo. Nieve en los labios cuando no hay agua y están rodeados, con el Mar Argentino alrededor. Sed de justicia. Sed que te avisa y te des(es)pabila a vos.

ADN otra vez, otra vez. Los numeritos que se repiten lo muestran, lo tenemos enfrente, no se puede creer, parece mentira la verdad. Sector C, fila 2, ahí està. En Darwin, en nuestras Islas. Lo encontramos amiga, Julio está acá. Acá, sí, acá en el pecho, en la entraña, en la in(en)jundia.

Dije que Julio me enseñó a leer y escribir porque vos me llenaste de frases del Principito, me hiciste escuchar Los soldaditos de plomo, a Serrat a los doce años, porque ese es el Julio que nos trajo a Cortázar y porque en mi casa sólo se escuchaban gritos, una tarantela lejana del catalán, algunas zambas y algún que otro gallego meloso y romanticón.

Después o antes el rock y la pared grafiti en tu pieza adolesc(i)ente de Tablada, me rescataste poeta escribiendo ahí lo que escribí: “Me gustaría volver al tiempo lindo en que nuestros padres eran viejos sabios que nos ponían las medias”. La misma casa, en la que a los nueve años, excavamos la tierra buscando lombrices juntas y junto a todo el grado, para una experiencia de ciencias naturales, cerca del pino que plantó Julio. La misma casa en la que el 4 brindamos de a tres. Hace tiritar el asombro ante las coincidencias, número por número, gen por gen, el cuidado de cada imagen, de cada palabra. Excavar la tierra hasta encontrarlo, la tierra que habitas y estercolas. Cuánta canción.

Hubo testimonios hermanos, uno que caló hondo porque buscó y volvió para contarlo, volvió cada año. Hubo más, lo buscaron más. El día menos pensado, me mandas el video de Tries. Yo estaba en el sur, más sola que nunca en mi vida, el viento helado peinaba los yuyos otra vez, conmovida ante la grandeza del hielo, sentada en una piedra, otra vez, con un manto de neblina en el alma. Y vos, entonces con tu hija y con mis hijos, anidados, te sacan las espinas y vos le sacás una espina a tu y mi principito, el mismo que hace cuentas el 4 de junio, sos su mejor "sana, sana, colita de rana" , la que supo que estaba en mi panza en la casa de Tablada cerca del pino.

Acá una compañera del hospi te avisa lo que escuchó y miró en la televisión, esa que seguro te ve subir y bajar escaleras sin contar los escalones, todos los días, aguerrida y sin perder el humor, con otros en la trinchera del Posadas nacional y patrio, pensado para los tuberculosos. Están cuidando, salvando vidas de los más pobres, de eso también somos testigos. Estás buscando un diagnóstico, un pronóstico, un remedio, una palabra, buscando dignidad haciendo con lo que hay, con lo que no hay, dejando la vida para volver a tu vida donde espera el amor que más te da. Más para ir más allá de los diagnósticos y los pronósticos, para estar más acá. Allá en Malvinas la maravilla de nuestros médicos salvaron cientos de vidas con nada, médicos en combate, improvisando todo por la vida.
La televisión dice cualquier cosa, casi siempre. En unas vacaciones a tu hija le roban una pelota, a la noche mi hijo mirando el noticiero me pregunta por qué no cuentan del robo que sufrió su prima en la playa. Es indignante esa injusticia. A veces, se hace justicia.

Otras vacaciones, asado, charla sobre el nombre, de cada uno, qué cómo se eligió el de cada uno, que quién lo eligió, nos reímos otra vez, volvemos al origen, al gen que nos nombra, y brindamos con los chicos por eso. Julio padre te eligió el nombre, Julito te mandó a vivir, le puso vida a tu nombre. Escuchamos canciones, y ahora mi hija nos hace temblar cuando alza la voz: ¿Te acordás tía cuando fuimos a Las Grutas? ¿Te acordás que nos hacían ir a dormir cuando hablaban cosas de grandes? Una vez me hice la dormida y te escuché. Vos dijiste que tu papá preguntaba qué pan había que comer si había pan de hoy y pan de ayer… y no era el de ayer el que había que comer, había que comer el de hoy, porque el de hoy mañana iba a ser el de ayer. Todos estos años lo pensé hasta que lo entendí. Ese padre del pan de ayer es el mismo que se arrodilló ante el gol a los ingleses. Esa, es mi hija, la que te reclamó emoción cuando tenías otro bebé a upa, a esa, ese día la abrazaste llena del pan del orgullo.

Que locura que todo vuelva, que se me ocurriera llevar a ver la obra de Don Quijote a nuestro hijos, que tu hija le haya pedido el libro después a su abuela, que su abuela se lo regale antes de irse para que le quede para toda la vida. Que locura que aún así, con la historia en la jeta, con los números ante nosotras, lo esencial siga siendo invisible a los ojos. Que locura llamarte de madrugada para decirte que parece que ya está, que me digas que cómo que parece, que si soy boluda… Que ya venís, que ya venís con mi hermana y que hayas tenido que (con)firmar la muerte de mi papá. Que locura la de pelear con los molinos de viento, que locura la del hidalgo manchego, la de Sancho que lo siguió.
A veces la tengo que cortar con la poesía, me lo recordás, a veces tenés que ir al médico, te lo recuerdo. Nos vamos a la marcha por la memoria, la verdad y la justicia. Nos chupamos un vino, repetimos las anécdotas. Nos peleamos con y por las dudas y las certezas, nos peleamos a muerte, aguerridas, heridas y guerreras, jugando a la mentira con la verdad. Me enseñaste el abrazo y la caricia, a que se le dice te amo a un amigo antes de enamorarse, me sacaste a la ruta a manejar y te jugaste la vida, quietita y firme, solo me pediste que me centre, que en un descuido se puede derrapar, que no me acerque tanto a la raya blanca, como pidiendo lo imposible. Después me hiciste embarcar… Cuantos años atrás te pregunté en qué me embarca(ga)ba y no supiste qué contestar, encontramos en los silencios tanto, mientras tanto.

Me pedís seria que te mire a los ojos, nos miramos a los ojos, vos a mí me conocés bien la bizquera. Me mirás de a pedazos, de a poquito porque duele, pedazos de la historia, que se interrumpe, que continúa, nos miramos íntegras, con dignidad. Ahí tenemos ADN 99,99. Enteras o a pedazos, la historia, la novela familiar la releemos y reescribimos de nuevo, empezamos de nuevo como cigarras resucitando. Qué lejos estuve de a ratos, casi me pierdo, me saliste a buscar tantas veces, como salieron a buscarlo a Julio hasta encontrarlo. Sabíamos que no sabíamos, tanteamos sin abandonar la búsqueda, sin jamás saber qué vamos a encontrar. Solo buscar.

Aunque lo tengamos prohibido transgredimos, perdón por todo, gracias por todo, gracias a la sangre que no se coloniza, que te hizo mi hermana, mi amiga más temprana, el mejor regalo del Dios que a veces sabe lo que hace y en el que creemos de a ratos también porque me enseñaste que algo hay, aún en medio de la balacera.

El milagro otra vez canción del Nano, lo tuyo nuestro, lo mío de las dos, así es historia, la que podemos oír, la que no se repite siempre igual. Si un amigo es el mejor cronista de la propia historia tendrás que escribir la mía, la que yo no podré escribir. Vos que no querés que te deje nada encomendado si me voy antes que vos, chupate esta mandarina… que hacemos lo que hacemos vivitas y coleando.

Lo recuperamos amiga, Julio está acá, estamos acá y la dignidad sólo podemos encontrarla a la par y en paz. A veces sin dormir, a veces adormecidas, a veces actuando con fe y celeridad, siempre que haga falta, siempre hermanas. Junio y Julio, con esta generala en el paño, ni poderosas ni impotentes, humanas y hermanas. ADN 99,99 nuestro. No podrán colonizarnos ni la sangre ni la historia. Hoy ya estamos en el 14 de junio de 2018, un 14 y un junio distinto a cualquier otro, los junios por venir no serán los mismos.